¡Amada Reina y Madre!, que prometiste en Fátima convertir a Rusia y dar la paz a la Humanidad; en reparación a tu Corazón Inmaculado por mis pecados y los pecados del mundo, prometo solemnemente:
Ayúdame, Señora, a cumplir siempre esta promesa.
(Esta promesa no obliga bajo pecado, pero es una promesa. . ., la plabra dada a la Madre Celestial.)