CAPITULO IX
Debería empezar el día, haciendo sobre mí señal de la santa cruz tan pronto como me levante por la mañana, y decir alguna oración breve, tal como: "O, Dios mio, te ofrezco mi corazón y mi alma".
Debería levantarme por la mañana con diligencia, vistiéndome modestamente, y entonces hincándome de rodillas para rezar mis oraciones de la mañana.
Si, porque la misa es la mejor y más provechosa de todos los actos cristianos.
Si, porque tal era la práctica de los Santos.
Deberíamos meditar especialmente sobre las postrimerías, y la Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
Si, frecuentemente deberíamos leer libros buenos, tales como los santos Evangelios, las Vidas de los Santos, y otras obras de piedad, que nutran nuestra fe y entendimiento, y nos fortalezcan contra las falsas promesas del mundo.
En cuanto a mi comida, bebida, sueño y diversión, debería utilizar todas estas cosas con moderación, y con un deseo de complacer a Dios.
"Bendícenos, Señor, éstos tus dones, que hemos recibido de tu bondad, por Cristo Nuestro Señor. Amén".
"Te damos gracias, Dios Todopoderoso por todos tus beneficios, que vive y reina, por los siglos de los siglos, y que todos los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Amén".
Debería santificar mi trabajo y el cargo ordinario de cada día levantando a menudo mi corazón a Dios mientras estoy cumpliéndolos, y diciéndole alguna oración breve.
Cuando me encuentro bajo la ocasión de pecar debería hacer la señal de la cruz sobre mi corazón y acudir a Dios en la forma más fervorosa que sea posible, diciéndole: "Señor, sálvame, a perezco".
Si he caído en pecado debería postrarme en espíritu a los pies de Cristo y humildemente rogarle por su perdón, por medio de un acto de contrición sincero.
Debería decirle, "Señor, que sea cumplida tu santa voluntad, esto lo soporto a causa de mis pecados".
Debería rezar frecuentemente oraciones como éstas:
"Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén"
"O Santísimo Sacramento, O Sacramento Divino, toda alabanza y todo gratitud sea tuyo en cada momento."
"Alabado sea Jesucristo, alabado por siempre."
"Jesús mío, apiádate de mí; María ayúdame."
Debería terminar mi día hincándome de rodillas para decir mis oraciones de la noche.
Después de mis oraciones de la noche debería observar la modestia propia al acostarme, ocuparme con pensamientos sobre la eternidad de Dios, de su amor y de su misericordia; y desear descansar a los pies de la cruz y reposar en Jesús Crucificado.