CAPITULO VI
Un Sacramento es un signo visible de una gracia invisible, instituido por Jesucristo por medio del cual se da la gracia, se fortalece la fe, se rinde culto a Dios, y se realiza la santificación de los hombres.
Puesto que los Sacramentos del Nuevo Testamento fueron instituidos por Crusto Nuestro Señor y encomendados a la Iglesia, son fuentes de requeza espiritual y santificación de los que los reciben dignamente.
Adquieren el poder e dar la gracia por los méritos de la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo y hacen posible nuestra salvación.
Si, debemos tener una gran disposición y deseo de recibir los Sacramentos porque son los medios principales de nuestra salvación y fuente de fortaleza espiritual.
Si, los Sacramentos del Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal imprimen un carácter permanente al alma y por lo tanto son irrepetibles.
Un carácter es un sello o condición invisible en el alma que no se puede borrar, y por este motivo el Sacramento que lo confiere no se puede repetir.
Hay siete Sacramentos: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia o confesión, Unción de los enfermos, Orden Sacerdotal, y Matrimonio.
El Bautismo es el Sacramento que nos limpia del pecado original, nos hace cristianos, hijos de Dios, miembros de la Iglesia Católica, y herederos del Rieno de Dios.
Si, también perdona los pecados actuales y el castigo mericido debido a ellos, cuando se recibe con la debida disposición.
Es ministro ordinario del Bautismo el obispo, el presbitero (sacerdote), y el diácono; y en caso de grave necesidad tal como en peligro de muerte, cualquier persona que tenga la debida intención puede bautizar.
El Bautismo se administra derramando agua sobre la cabeza del niño, diciendo a la ves estas palabras: "Yo te bautizo en el Nombre del Padre, † y del Hijo, † y del Espíritu Santo."
Prometemos renunciar al diablo y a todas sus obras y seducciones, y confesamos nuestra Fe en Dios Padre Todopoderoso, en Jesucristo su Unico Hijo y en el Espíritu Santo.
El Bautismo es necesario para la salvación, porque Cristo ha dicho: "El que no nace de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn. 3,5).
"El sacramento de la Confirmación, que imprime carácter y por el que los bautizados, avanzando por el camino de la iniciación cristiana, quedan enrequecidos con el don del Espíritu Santo y vinculados más perfectamente a la Iglesia, los fortalece y obliga con mayor fuerza a que, de palabra y obra, sean testigos de Cristo y propaguen y defiendan la Fe" (cdc 879). Es decir, se conviertan en soldados de Cristo.
Es el obispo.
El obispo administra el Sacramento de la Confirmación al pedir que el Espíritu Santo descienda sobre los que están por ser confirmados; e imponiendo su mano sobre ellos, haciendo la señal de la Cruz con santo crisma (aceite) sobre sus frentes, y simultáneamente pronunciando la fórmula prescrita.
En la administración del Sacramento de la Confirmación se usan estas palabras: "N., recibe por esta señal el don del Espíritu Santo".
La Sagrada Eucaristía es el Verdadero Cuerpo y Sangre de Jesucristo, con su Alma y Divinidad, bajo las especies de pan y vino.
Se transforman por medio de la Santa Misa. "La celebración eucaristica es una acción del mismo Cristo y de la Iglesia, en la cual Cristo Nuestro Señor, por el ministerio del sacerdote, se ofrece a sí mismo a Dios Padre, substancialmente presente bajo las especies del pan y del vino, y se da como alimento espiritual a los fieles unidos a su oblación." (cdc 899).
Las especies de pan y vino se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo cuando las palabras de consagración, ordenadas por Jesucristo, son pronunciadas por el sacerdote en la Santa Misa.
"Sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar el sacramento de la Eucaristía, actuando en la persona de Cristo" (cdc 900).
Cristo se da a sí msimo a nosotros en la Sagrada Eucaristía para ser la vida y el alimento de nuestras almas. "El que come esta pan, vivirá eternamente; así el que me come, vivirá por mí" (Jn. 6,57-58).
Si.
Se requiere que estemos en estado de gracia santificante y que hayamos observado el ayuno mandado por la Iglesia; el aguno no interrumpe este ayuno.
Es estar libre de todo pecado mortal y estar agradable ante los ojos de Dios.
Si, "Porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor. 11,29).
El Santísimo Sacramento no sólo es un Sacramento sino también es un Sacrificio.
Un sacrificio es el ofreciamiento de una víctima por un sacerdote a Dios, en testimonio del hecho de que El es Señor Soberano de todas las cosas.
Es la Santa Misa.
La Santa Misa es el Sacrificio del Cuerpo y de la Sangre de Jesucristo, realmente presente en la altar bajo las formas de pan y vino; este Sacrificio es ofrecido por los vivos y los muertos.
Si, la Santa Misa es el único y mismo Sacrificio que el de Cristo en la Cruz, porque Cristo se ofreció a sí mismo como víctima cruenta sobre la cruz a su Padre celestial, es el mismo sacrificio que El continúa ofreciendo en forma incruenta sobre el altar, por el ministerio del sacerdote.
El Sacrificio de la Santa Misa se ofrece, en primer lugar, para dar gloria y honor supremo a Dios; en segundo lugar, para agradecerle por sus beneficios; en tercer lugar, para reparar nuestros pecados y obtener la gracia de arrepentimiento; y en cuarto lugar, para obtener todas las gracias y beneficios por medio de Jesucristo.
Si, porque Cristo en la Ultima Cena dijo: "Haced esto en recuerdo mío" (Lc. 22,19).
La Penitencia es el Sacramento por el cual los pecados que hemos cometido después del Bautismo, ya scan pecados mortales o veniales, son perdonados, mediante la absolución dada por el sacerdote.
Si, el Sacremento de la Penitencia aumenta la gracia de Dios en el alma, además de perdonar los pecados; por eso deberiamos confesarnos frecuentemente.
Nuestro Señor Jesucristo instituyó este Sacremento cuando sopló sobre los Apóstoles y les dio el poder de perdonar pecados, diciendo: "A quienes perdonareis los pecados, les serán perdonados" (Jn. 20,23).
El sacerdote perdona los pecados por medio del poder de Dios, cuando pronuncia las palabras de absolución.
Estas palabras son: "Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".
Para obtener el perdón de sus pecados, el penitente tiene que cumplir tres condiciones: La Contrición, la Confesión, y la Satisfacción.
La Contrición es el profundo dolor por nuestros pecados, por medio de los cuales hemos ofendido a Dios, con un firme propósito de la enmienda.
Es la resolución de evitar, con la gracia de Dios, no solamente el pecado, sino también todas las ocasiones peligrosas de pecar.
Podemos experimentar el profundo dolor por nuestros pecados al suplicar fervorosamente por él, y al profundizar nuestra vida el el misterio de la Cruz de Cristo.
La consideración que por nuestros pecados hemos ofendido a Dios, quien es infinitamente bueno en si e infinitamente bueno para con nosotros, nos conduce al dolor por nuestros pecados.
La consideración que nuestro Salvador Jesucristo fue crucificado y murió por nuestros pecados, y que aquellos que pecan gravemente "crucifican por su cuenta al Hijo de Dios y le declaran infame" (Heb. 6,6), también nos conducen al dolor por nuestros pecados.
Si, es suficiente, porque en la confesión se perdonan nuestros pecados; por eso sí por nuestros pecados habiamos perdido el cielo y merecido el infierno, volvemos a restaurar la gracia de la amistad con Dios por la confesión.
Contrición perfecta es dolor por el pecado, surgiendo puramente de nuestro amor de Dios.
La Contrición perfecta tiene este valor especial: que por ella nuestros pecados inmediatamente son perdonados, aún antes que los confesemos; mas no obstante, sí han sido graves, estameos estrictamente obligados a confesarlos al sacerdote lo antes posible.
Confesión es acusarse a uno mismo de sus pecados ante un sacerdote aprobado por el obispo.
Una persona que intencionalmente no confiesa un pecado mortal es culpable de un sacrilegio, es decir, que ha profanado un Sacramento y se ha engañado a sí mismo y a la Iglesia y ha mentido a Dios.
Para hacer una buena confesión debemos complir cuatro cosas: primero, rezar fervorosamente para obtener la gracia de hacer una buena confesión; segundo, examinar cuidadosamente nuestra conciencia; tercero, dedicar tiempo para hacer un acto de contrición sincero; y cuarto, resolver con la gracia de Dios renunciar al pecado y comenzar una vida nueva.
Esto quiere decir que el justo y misericordioso Dios exige que el pecador penitente haga reparación por sus pecados, es decir, que cumpla con la penitencia impuesta por el sacerdote.
La penitencia impuesta por el sacerdote no siempre hace plena satisfacción por nuestros pecados. Deberiamos, por lo tanto, añadir obras buenas y más penitencias, y tratar de ganar indulgencias.
"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos" (cdc 992).
Es el Sacramento con el que la Iglesia encomienda los fieles enfermos al Señor doliente y glorificado, para que los alivie y salve; se administra ungiéndolos con óleo y diciendo las palabras prescritas en los libros litúrgicos. (Cdc 998).
El Sacramento de la Unción de los Enfermos es administrado cuando estamos en peligro de muerte debido a una enfermedad.
Los efectos son: reconfortar y fortalecer el alma, perdonar los pecados, y restaurar la salud, cuando Dios jusga que sea oportuno.
La autoridad en la Biblia respecto al Sacramento de la Unción de los Enfermos se encuentra en la Epistola de Santiago, capitulo 5, versiculos 14 y 15:
"¿Está afligido alguno de vosotros? Ore. ¿Está alegre? Entone himnos. ¿Enfermo alguno de vosotros? |
Es el Sacramento por medio del cual algunos hombres de entre los fieles se constituyen ministros sagrados, tales como: obispos, sacerdotes y diáconos, para representar a Cristo en las funciones de enseñar, santificar y regir.
Matrimonio es el Sacramento que santifica el contrato y la alianza del Matrimonio Cristiano, y da una gracia especial a los que lo reciben dignamente.
Este Sacramento da a los que lo reciben dignamente una gracia especial, les capacita a soportar las dificultades de su vocación, a amarse mutuamente y ser fieles el uno al otro, y a educar a sus hijos bajo el temor de Dios.
Si, es un sacrilegio, y en vez de recibir una bendición, las partes culpables incurren por si misma en la ira de Dios. Para que el matrimonio de un católico sea válido tienen que estar presentes el obispo o el párroco, u otro sacerdote o un diácono debidamente delegado, y dos testigos.
Un matrimonio mixto es un matrimonio en que sólo uno de los cónyuges es católico.
La Iglesia no fomenta los matrimonios mixtos y recomienda precaución para conservar la fe del cónyuge católico.
Si, los permite, pero con la debida dispensa eclesiástica y bajo condiciones especiales.
El consorte católico de un matrimonio mixto promete hacer todo lo que sea posible para preservar su fe y tener todos los hijos del matrimonio bautizados en la religión católica.
Ningún poder humano puede disolver el vinculo del Matrimonio, porque Cristo ha dicho: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mt. 19,6).